Tan solo un paso

Tan solo un paso

La marcha del último martes dejó infinidad de conclusiones, más allá del claro mensaje en defensa de la Educación Pública. Lo sociedad se expresó. La política parece descifrar el código de los tiempos que corren y fluctúa entre el oportunismo y la intrascendencia.

jueves, 25 de abril de 2024

La masiva manifestación del martes debería dejar algunas lecciones para todos, pero en el contexto de polarización en el que nos encontramos posiblemente perdamos el eje de la discusión rápidamente y nos enfrasquemos en disputas absurdas que poco tienen que ver con el objeto del reclamo.

 

Quizás la sensación que nos brindan las redes sociales de considerarnos importantes, en base a una opinión que en definitiva casi nadie nos pidió o bien podría ser un mensaje de Whatsapp, nos invada y nos nuble a la hora de intentar analizar los contextos y las acciones. El apresuramiento de buena parte de la política por figurar es mucho más complejo de analizar que una fallida estrategia comunicacional. Es un signo de estos tiempos.

 

En definitiva, cuando concurrimos a un evento masivo observamos como buena parte de los asistentes deja de observar para tomar su celular e inmortalizar un momento que ya de por si quizás sea imborrable o retratarse en ese contexto para que otras personas sientan (o envidien) lo mismo que están viviendo o en realidad se están perdiendo de vivir. El análisis es mucho más profundo y quizás más pesimista de lo que esta columna nos permite, pero deberíamos aceptar como sociedad la intrascendencia de muchas de nuestras acciones cotidianas, y allí es en donde las conclusiones deben ser mucho más importantes para los que tienen alguna responsabilidad que para aquellos que no las tenemos.

 

Cientos de miles de personas se movilizaron a lo largo y ancho del país para expresar enfáticamente un límite al gobierno de Javier Milei. Quedó claro que para buena parte de la sociedad argentina la educación universitaria pública, gratuita, laica y de calidad es un activo que no está dispuesta a negociar.

 

Desde ya que en este punto nos encontramos con infinidad de contradicciones que quizás no valga la pena analizar, pero es oportuno intentarlo: no existe semejante nivel de movilización para expresarnos, entre tantas otras razones, por las paupérrimas condiciones educativas más allá del ámbito universitario. Son muy pocos los políticos que incluso hoy hacen referencia a este tema y llamativamente no suele ser un tópico de campaña que se aborde en profundidad. La crisis educativa no se resuelve con un decreto u ordenanza que establezca la educación en los niveles iniciales como un servicio esencial, se resuelve con gestión y capacidad. ¿Cómo estamos preparando a esos niños y niñas que un día tendrán la oportunidad de llegar a la Universidad por la que estamos peleando? ¿Los estamos preparando? ¿Llegarán a la Universidad?.

 

Es allí cuando la política se agota en la fotografía de ocasión o en los malabares por darle épica a lo cotidiano. Nos debemos como sociedad discusiones que vayan más allá de remontarnos en el tiempo o inmortalizarnos en una movilización.

El gobierno nacional jugó para su tribuna y no mucho más que eso, desperdició una cadena nacional que generó expectativas que no colmó y quizás sufrió el primer revés en materia comunicacional ya que el bullicio y las operaciones en redes sociales no lograron invisibilizar o distraer la atención ante la magnitud del reclamo popular. Incluso quedó en evidencia alguna descoordinación e incapacidad ya que los mensajes del día después poco tuvieron que ver con la “intensidad” de las publicaciones inmediatas.

 

Párrafo aparte merece la autopercepción presidencial en cuanto a considerarse un león bebiendo lágrimas de zurdo: es difícil creer que quienes lo asesoran no se percaten que la polarización es real y cada vez más marcada, que algunas medidas son rechazadas por buena parte de los sociedad incluso por algunos de sus propios votantes, que existe capacidad de movilización en los grandes centros urbanos y que esa visceralidad infantil y peligrosa (pese a ser festejada por un grupo cada vez más reducido de fanáticos) es la que todavía no le permitió aprobar siquiera una de las tantas leyes que envió al Congreso.

 

La oposición coquetea con la idea del helicóptero o la conveniencia política. La impresión es que ambos están equivocados, pese a que el debate político gira exclusivamente en torno a la figura de Milei es innegable que la coyuntura exigirá respuestas y posicionamientos en el mediano plazo, y esas respuestas no puede ser una invitación repetida a un juicio político o una mansa postura acomodaticia en relación a lograr lugares expectantes en alguna lista legislativa el próximo año disfrazados de libertarios. No podemos conformarnos con tan poco.

 

Lo cierto es que la gestión de Milei demostró moverse cómoda en el caos autogenerado, pero se incomoda cuando la reacción es exógena. La lógica que casi todos los funcionarios son fusibles ignotos para la mayoría de la ciudadanía puede resultarle útil o convertirse en un error fatal.

 

El presidente se muestra como un ser todopoderoso, entonces el león que disfruta tomando lágrimas de zurdo o abriendo una jaula para liberarnos no puede permitirse delegar y, por lo tanto, todo debe recaer en sus espaldas, por eso la crisis política en la que está inmersa LLA es un meme para una parte de la población y es ignorada por la mayoría, y así será hasta que el escándalo roce la figura del primer mandatario, solo en ese momento será trascendente. En definitiva, puede que asistamos a la autodestrucción de una incipiente barrera de contención política.

Algo similar mencionamos en relación a la centralidad de Guillermo Montenegro hace apenas unos días. No todos pueden ser Trump o Bolsonaro (no es una comparación necesariamente positiva), quizás sea conveniente forjar un estilo propio mucho más sano, dialoguista y constructivo para salir de una vez por todas de la infinita crisis en la que estamos inmersos.

 

En definitiva, incluso las manifestaciones que no dejan dudas nos llenan de interrogantes. Seguramente se debe a una crisis terminal en el modelo de gestión que va mucho más allá de las bravuconadas de algunos personajes. Hace unos días alguien repetía que dejamos atrás el “que se vayan todos” y lo reemplazamos por el “que venga cualquiera que no sea tal o cual”, y en ese razonamiento retumba la responsabilidad que no queremos asumir como sociedad, quizás por cansancio, por depresión o por frustración, es por eso que cuando la sociedad aturdida se expresa debe ser respetada y los que pretenden representarla deben respetarla.

 

Todos hacemos política desde cada acción individual en una concepción amplia de dicha actividad, pero otra cosa es politizar para bien o para mal (sin importar en donde nos posicionamos) una expresión política no partidaria genuina de la sociedad argentina. Esa es la tentación en la que no deben caer los que abusan de la imagen por sobre las ideas, porque una idea por pequeña que sea puede transformar el mundo mientras que una imagen vacía no es más que decorado un teatro repleto de aduladores.

 

Es hora que asumamos nuestra responsabilidad, que dejemos atrás las interpretaciones sesgadas y que empecemos a pensar más allá de lo que nos sugieren algunos algoritmos. Es una tarea que nos comprende a todos. El martes muchos dieron el primer paso. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

 

Hasta la semana que viene, prometemos ser más terrenales y volver a ocuparnos de nuestras pequeñas, pero importes cosas.

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